*(ADAPTACIÓN DEL ORIGINAL POR MAT JACOBSEN)
Hace mucho, mucho tiempo, la Tierra perteneció a las criaturas del bosque. Con criaturas del bosque nos referimos a los gnomos, hadas, ogros, ninfas, duendes, etc. Estas criaturas se ocupaban de la Tierra, jugaban, bailaban y cantaban en ella, cuidaban a los animales heridos, solucionaban las disputas entre las especies y se sentaban en los hongos para discutir asuntos de importancia. Así era el mundo en el que nació la humanidad. En esos días tempranos, el hombre no era sino un invitado a cenar recién llegado, que aún no se había apropiado de toda la casa...
La fricción entre el hombre y las criaturas del bosque comenzó con el descubrimiento de la agricultura. Los bosques eran talados para proporcionar madera para los refugios, y los campos para la pastura y el cultivo. La humanidad había establecido un campamento, y sin ser más que un visitante en el mundo de alguien más.
La mayoría de las criaturas del bosque huyeron. Ahora, ¿dónde están? ¿Están muertos? No. Entonces, ¿a dónde fueron? La respuesta es un poco sorprendente. No fueron a ningún lado. Nosotros sí.
Los primeros humanos tenían un conocimiento intuitivo de su papel en la naturaleza, así como lo tienen los osos, los mapaches, los ratones y todas las demás criaturas. Ellos entendían, desde las formas de lo salvaje a su alrededor, que nada viene de ningún lado y que nada nunca desaparece. Las cosas cambian de forma. La muerte es necesaria para que la vida continúe. Ellos ofrecían sus habilidades como sacrificios a los dioses de la naturaleza. Ofrecían alabanza, oración, sacrificio y cantos a los espíritus de lo salvaje, al hermano búfalo, al hermano venado, al hermano pez y al hermano árbol. Ahora sabemos que todo lo que siempre ha existido continúa existiendo, de alguna otra forma, y como podemos suponer, ellos estaban más concientes entonces de esa parte de lo que nosotros estamos ahora. Así que el sacrificio, el canto, la alabanza y la oración no aseguraron la inmortalidad de lo sacrificado, ya sea en cuerpo o en espíritu. De eso ya se habían encargado. Lo que lo aseguró fue la continuación de la conexión entre el espíritu del matador y el espíritu del sacrificado. Quitar la vida para alimentar la vida requiere un agudo entendimiento de la ley natural de dar y tomar. Cuando perdimos ese entendimiento, eliminamos las canciones, el sacrificio, las oraciones, las alabanzas, perdimos la conexión. Dar las gracias no es suficiente. Hemos dado por vencidas a esas conexiones a cambio de la libertad de talar bosques, convertir las vacas en máquinas de leche y a los pollos en fábricas de huevo. Sin ningún indicio de culpa. Y todos tenemos la impresión de que es el bosque, las criaturas, los espíritus, y las tierras inexploradas los que están desapareciendo del universo y no nosotros. No es así. Somos nosotros quienes hemos caído del mundo real a un mundo en donde no podemos realizar nuestros infructíferos sueños sin amenazar a la Tierra y a sus habitantes. Alguna vez se preguntan ¿por qué los árboles, las piedras, los ríos y los arroyos, las aves, las serpientes, los osos y las ranas ya no hablan con nosotros como lo hacían en los primeros cuentos de los Nativos Americanos, de los hindúes, de los africanos, de la Biblia? Es porque ya no estamos alrededor para escucharlos. Cada tala de bosque aleja nuestro mundo de sueño más y más del árbol, haciendo de una reunificación, que aún es posible, algo más y más difícil. En algún lugar no muy lejos de aquí, en el mundo real, los antiguos bosques aún permanecen, el búfalo recorre las praderas, el cielo está lleno de cóndores, el venado y el antílope juegan, y los pájaros dodo vuelan por las arenosas playas, chocando con las cosas. Todavía existen fuertes conexiones en donde haya tierras aún inexploradas en nuestro mundo de sueño.
Y hay otra conexión. A veces agentes del otro lado se infiltran en nuestro mundo en un intento de simplificar la reunificación. Lo crean o no, ellos nos extrañan allá. A veces - con más frecuencia de lo que imaginan - ellos envían almas a nuestro mundo para que nazcan como bebés humanos. En realidad hay bastantes de ellos - gnomos, hadas, ogros, ninfas y duendes - viviendo en cuerpos humanos, haciendo cosas como trabajar el campo, administrar posadas en las montañas, crear artesanías en barro, ilustrar libros de niños, plantar árboles y escribir poesías. Ven cosas que otros no ven, escuchan cosas que otros no escuchan, sienten cosas que otros no sienten, y saben cosas que otros no saben. Se ríen a carcajadas o lloran a chorros o ambas cosas a la vez. Aman a los humanos, tienen un puñado de amigos muy cercanos, o son muy solitarios. Son entusiastas, fanáticos y didácticos con respecto a sus creencias. A veces se sienten completamente confundidos. Pasan mucho tiempo con los niños y con los animales. Con frecuencia se los acusa de vivir en su propio mundo de fantasía. Le hablan a objetos inanimados. Tienen ojos mucho más brillantes que cualquier otro. Esperan que su magia funcione en este mundo y que su amor sane. Visitarán lugares en donde aún existan las conexiones: las cascadas, las montañas, el océano, los bosques. Ellos sacarán todo el poder que tienen, y a veces, a veces, la magia funcionará. Y todo será asombrosamente fácil. Mientras el resto de la humanidad está ocupada trabajando en nuevas y más eficientes formas de devastar la Tierra con presionar un botón, ellos la están salvando, un puñado a la vez. Compartirán una convicción común de que son los únicos individuos sanos en un mundo que se volvió loco. Tienen razón. ¡¡¡Hasta la próxima historia!!!
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Los Gnomos del Bosque Desayunos