Nació en Chimpay, en el valle del Río Negro, el 26 de agosto de 1886. Era hijo de Manuel Namuncurá y de una cautiva blanca chilena, Rosario Burgos. Pero ya el cacique Manuel era una sombra de su pasado de lanzas, malones y orgullo. Su infancia en el áspero escenario patagónico no puede sospecharse que haya sido muy feliz. Los padres salecianos, Monseñor Caglieto y Padre Milanesio, obtuvieron el permiso de sus mayores para educar al pequeño, a quien sin duda dejaron partir con mucho pesar.
Así pasó por el colegio Pío IX, en Buenos Aires, en 1897, y por Viedma en 1903. Una cruel ennfermedad, la tueberculosis, que en esa épocas hacía estragos, obligó su traslado a Italia, donde estuvo atendiendo su salud física al mismo tiempo que se preparaba en el orden religioso católico. Su devoción crecía y su salid decaía, hasta que en 1905 un 11 de mayo, muere. Sin duda, junto a su nuevo Dios, los dioses tutelares de su raza, habrán iluminado su postrer instante de vida. Sus restos regresan al país en 1924 y reposan en el Fortín mercedes, Provincia de Buenos Aires, no muy lejos de Bahía Blanca, hacia donde peregrinan muchos fieles para solicitar su intercesión y cumplir promesas con exvotos de ofrenda, los que se multiplicaban en diversas formas en todo el territorio nacional.
La canonización
En 1945, se inician las gestiones para que Ceferino Namuncurá sea beatificado, teniendo en cuenta el movimiento popular de fe que acompañaba desde la muerte a su figura. Los cardenales que integran la sagrada Congregación de los Ritos, comenzaron tres años más tarde el análisis de los hechos que podía hacer a Ceferino Namuncurá alcanzar la condición de beato. Para ello no solo se tiene en cuenta la tradición oral, que en muchos casos de santidad ha sido la única fuente de la que se pudo disponer para determinarla, sino también todos los otros elementos concretos al alcance; entre ellos, su fe inquebrantable, los escritos que dejó y que no son sino una exaltación de las normas de la fe y los dogmas de la moral.
Hasta ahora la Iglesia lo reconoció como Venerable, siendo necesario para llegar a la beatificación la comprobación de por lo menos dos milagros, los cuales deberán contar con ciertas certificaciones de cardenales y médicos. La devoción a Ceferino Namuncurá, a nivel popular, es una de las más importantes de la Argentina ya que se ha extendido por todo el país. Para ello juegan, en primer lugar, su condición de aborigen, su bondad, su inteligencia, y también su muerte, acaecida lejos del país, cuando contaba poco más de 18 años.
Fuente: Félix Coluccio, "Las devociones Populares Argentinas" Edit. Nuevo Siglo 1995.