Cuando el 20 de marzo de 2020 comenzó la cuarentena en nuestro país, muchas instituciones no pudieron comenzar con las reuniones habituales, donde los socios se encuentran para establecer vínculos afines a sus actividades.
En el mes del 26º Aniversario de Campana Amanecer Literario, hoy comenzamos una serie de notas relacionadas con la creatividad de nuestros escritores en tiempos de pandemia.
En este caso nos encontramos con uno de los más jóvenes socios: Alan Chaya a quien le preguntamos lo siguiente:
-¿Cuándo se despertó tu interés por la escritura? Cómo comenzaste a escribir?
-Mi interés por la escritura comenzó después del secundario. Recuerdo que encontré una antología de Mario Benedetti que me gustó mucho; un librito viejo que había pasado de mano en mano hasta llegar a mí. Quedé maravillado por su capacidad de expresar mucho en pocas palabras y de manera sencilla. Y muy pronto empecé a escribir mis propios textos que se parecían bastante a los del poeta y escritor uruguayo.
-¿Cómo te decidiste a publicar?
-La necesidad de expresarme, me llevó a tomar la decisión de publicar una obra literaria. Durante mi adolescencia fui muy tímido y reservado, y la escritura fue la forma más cómoda que encontré para comenzar a derribar esa muralla en el comienzo de mi adultez.
"Desde un nido de hornero abandonado, el Yo-poético contempla el mundo y escribe sus pensamientos estrepitosos en silencio" Fragmento de Malezas (2020)
-Si bien tu primer libro "Malezas" fue escrito en 2019 y publicado en 2020, ¿Qué intención te animó para escribir "El traductor de arañas/La serpiente y la vara? ¿Son obras autobiográficas?
-El traductor de Telarañas y La serpiente y la vara conforman una misma obra ficticia y experimental donde mantengo un hilo conductor de principio a fin, a modo de juego o de ejercicio de taller literario. Me divertí mucho creando la obra porque pude librarme de esa tarea autoimpuesta de llegar a ser un escritor reconocido.
En los relatos de El traductor se van a encontrar con muchos personajes, tales como, un boxeador, un arquero de fútbol, un empresario, una viuda, dos amigos en un bar, hay de todo un poco. En cambio, en La Serpiente y la vara, la mayoría de los protagonistas actúan sobre el mismo escenario, que es un hospital o clínica; de hecho, la obra está dedicada a los trabajadores de la salud, y fue creada a mediados del 2020, en plena pandemia. Algunos de los relatos contienen un mensaje de protesta hacia el sistema de salud del que soy parte, así que puedo decir que también hay elementos autobiográficos.
-¿Tenés algún proyecto literario para este 2021?
-Sí, estoy preparando mi tercera obra narrativa que se va titular ,"Rincón profundo", compuesta por relatos llenos de misterio, terror y fantasía. Para la misma tuve la suerte de contar con el apoyo y la ayuda de colegas amigos que conocí de forma remota durante el aislamiento. Porque también pasaron cosas buenas este último año: además de la publicación de mis primeras obras, conocí a diez autores de distintas partes del país con quienes conformo La Liga Literaria, un grupo literario para nada formal. En diciembre editamos una antología hermosa titulada SEDA (sucesos extraños de Argentina), que en muy poco tiempo se repartió como pan caliente. Y habrá segunda parte.
Cuenta de Instagram para conocer más sobre SEDA: @seda11oficial
-¿Cómo se han difundido tus libros?
-Se han presentado en forma virtual a través de Tahiel Ediciones, que han sido los encargados de editarlos. También por grupos de redes de amigos, espacios literarios de Buenos Aires, Córdoba y otras localidades. En estos tiempos de pandemia, no he podido aun presentarlos públicamente en mi ciudad Campana, con familiares y amigos, aunque cuando todo pase, tal vez sea posible. Mientras tanto, sigo escribiendo.
-Compartimos un cuento de tu último libro:
"El monstruo del Octavo C (Relato de La serpiente y la vara)"
"Trabajar en sanidad es, paradójicamente, insalubre" rezongaba Fernando, obligado como otras veces a hacer horas extras. "Siempre lo mismo -discutía él con la supervisora- los responsables tenemos que pagar los platos rotos mientras a los irresponsables de siempre nadie los molesta". "Tratá de calmarte -le aconsejaba fraternalmente el vigilador- porque si te llegás a equivocar en la suministración de una medicación o te olvidás de realizar algún control, más allá de la expulsión segura, nadie va a ayudarte a cargar con la culpa". Eran las 22:30 cuando se retiró del establecimiento. Mientras esperaba el remís se distrajo observando el adorno del portón de ingreso: un bastón con dos pequeñas alas cerca de la empuñadura y dos serpientes entrelazadas. "Ese símbolo representa el Comercio y no la Medicina -pensó él?, cuyo símbolo correcto está constituido, simplemente, por una vara y solo una serpiente entrelazada en la misma, pero todos los confunden". Al llegar a su departamento de soltero, la lista que preparó para ir al mercado, pegada en la heladera, le recordó que no tenía nada para comer y pidió una pizza por delivery. Buscó una película, pero estaban todas empezadas, así que optó por un documental sobre los animales más peligrosos del mundo. Al acabar de cenar, colocó la caja de la pizza sobre las otras, al lado del cesto de residuos que se encontraba desbordado; le cambió el agua al gato, aunque se encontraba ausente desde hace tres días y se desmayó sobre el somier. Por la mañana, cuando abrió los ojos, descubrió, aterrado, su piel extendida sobre el velador de la mesita de luz. Sus piernas yacían adheridas, formando un único y horrendo miembro y carecía de brazos. Rodó, desesperado, por el colchón, dejándose caer al suelo y se arrastró con dificultad en dirección a la cocina-comedor. Intentó gritar "auxilio" y expulsó, en cambio, un líquido ácido y volvió a intentarlo varias veces con el mismo resultado. Se detuvo frente a la puerta y probó reincorporarse para alcanzar el picaporte, pero no tenía rodillas que ayudaran a mantenerse erguido el tiempo suficiente. Así que empezó a golpear su cabeza contra la puerta, buscando llamar la atención de algún vecino del piso, lo que le ocasionó un sangrado desde la frente, seguido de náuseas y vómitos, y finalmente la pérdida del conocimiento. La sangre derramada por debajo de la puerta alertó al conserje que, tras no obtener respuesta al llamar, ingresó al inmueble utilizando una barreta para ganar tiempo, arrastrando, en consecuencia, el cuerpo de Fernando. Al ver en lo que este se convirtió, emitió un grito ahogado y resbaló con el vómito y la sangre al huir. "Un monstruo -gritaba el empleado-, hay un monstruo en el Octavo C". Los ruidos despertaron al enfermero. El collar del gato junto a su mentón respondió su pregunta: no acababa de despertar de una pesadilla, su vida se había convertido en una pesadilla, la peor. Pero no era mucho mejor antes. ¿Cómo iba a explicarles a aquellos vecinos que lo observaban con pavor, asomados a sus puertas, que dentro de ese monstruo aún yacía un ser emocional y pensante? Cuando se disponía a descender por las escaleras, advirtió la sombra de una persona con un machete en alto que dividió su cuerpo en dos, lo que no evitó que siguiera avanzando, hasta que el filo atravesó su cráneo y parte de la grada.
-Por último, ¡cómo llegar a tener tus libros?
-Para adquirir cualquiera de mis libros me pueden escribir a mi cuenta personal de instagram: @alan_chaya. O bien, mediante la tienda digital: @literariolg, que realiza envíos a todo el país.
"El traductor de Telarañas" y "La serpiente y la vara" conforman una misma obra ficticia y experimental donde mantengo un hilo conductor de principio a fin.Antología hermosa titulada SEDA (sucesos extraños de Argentina)