A fines de los años 50, en alguna oficina de la empresa por entonces llamada Dálmine SAFTA, se acuerda la creación de un club social, para la práctica deportiva y el esparcimiento del personal de la planta fabril, al que se denomina Villa Dálmine.
Su primera sede es dada en la calle Chiclana en su cruce con Güemes, y en un principio la práctica de fútbol se hace en la vieja cancha de Reformer.
Se elige el violeta, como color de su camiseta, y la gente que se fue identificando con el equipo, pasa a ser llamada la hinchada viola o violeta.
En el orden institucional su crecimiento es vertiginoso, a punto tal, que en poco tiempo, sus instalaciones pasan a ser las mejores de la zona.
En 1960, el club se inscribe en la Liga Campanense de Fútbol, con un equipo integrado en su mayoría por obreros y empleados, en 1961 logra la afiliación al Torneo de Aficionados (hoy primera D) organizado por la Asociación del Fútbol Argentino, formando un equipo, tan superior al resto de los participantes, que inmediatamente obtiene el título de campeón, ascendiendo a la categoría superior, contando con la delantera más goleadora y la defensa menos vencida.
Con la dirección técnica de José “Perico” Marante, integraban el equipo, Masuelli, Gutiérrez, Coronel, Dopazo, Chiarle, Monteiro, Burián o Menendez, Montero, Cesáreo, Torello y Moyano, la mayoría de ellos, jugadores profesionales, de larga trayectoria en el fútbol.
Primera B: un sueño cumplido
En 1963 obtiene el campeonato de la división C, y con ello el pasaporte a la Primera B, en un épico final con el representativo All Boys de Buenos Aires, luego de haber igualado en el primer puesto de la tabla.
Aparece en ese equipo, el que para muchos fue el mejor jugador de todos los tiempos de Villa Dálmine, nos referimos a Jorge Benítez, un peruano algo caprichoso y discontinuo, pero con un talento futbolístico inmenso.
En la década del 70 previo descenso vuelve a obtener el campeonato de la C e incursiona nuevamente en le B, con un equipo al que los aficionados bautizaron El Holanda de la B, era un equipo que ganaba, goleaba y gustaba, teniendo incluso por dos años la posibilidad de ascender a Primera A, lo que no consiguió.
La década del 80, luego de un comienzo irregular, con un descenso a la división C, le permite ascender en 1984, y ya en la divisional B, vencer en un partido memorable (que por siempre recordará la hinchada violeta), nada menos que al Racing Club de Avellaneda por 3 goles a 1.
Pocos años después asciende al Campeonato Nacional de Ascenso, en el que se mantiene por algunos años, en esa época se crea la llamada Escuela de Fútbol, con el fin de promover en dicho deporte, a los chicos campanenses, y así, poder nutrir de jugadores hechos en el club a los planteles superiores.
Por fin en 1985, una asamblea decide separar las actividades futbolísticas de las sociales, pasando Villa Dálmine a ser una entidad dedicada exclusivamente al fútbol, creándose el Club Siderca (actualmente Ciudad de Campana), el que queda a cargo de la actividad social y recreativa.
Por esa época aparece José H. Basualdo, “El Nene”, jugador de gran categoría, que luego incursiona en el fútbol europeo, y a su regreso al país, obtiene, primero en Vélez Sarsfield, y luego en Boca Juniors, títulos nacionales e internacionales, llegando a ser titular en el seleccionado argentino, subcampeón mundial en Italia 90.
La última década del siglo XX, sorprende a Villa Dálmine en la que tal vez sea la etapa menos brillante de su historia, no hay grandes triunfos deportivos y el club cambia su nombre, por el de Atlético Campana, decisión que no comparten la mayoría de los aficionados, tanto que en febrero de 2000 vuelven a su antiguo nombre.